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Posts Tagged ‘representacionalismo’

por Luis Sandoval

Transparencia y opacidad de los signos

En un recomendable texto acerca de los fundamentos de la pragmática lingüística, François Récanati reseña los aspectos centrales de las filosofías del lenguaje contra las que se alzan a partir de mediados del siglo XX los filósofos del lenguaje ordinario. Retomaremos únicamente aquellos que parecen imprescindibles para situar a la teoría de los actos de habla en el hilo de nuestra argumentación.

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¿Transparencia u opacidad? Las gotas en el vidrio lo hacen emerger y vuelven evidente su materialidad (Foto de Lily Kim)

Desde la formulación de la teoría clásica del signo se ha utilizado para caracterizarlo una metáfora que podríamos llamar “metáfora del vidrio”, ya que sus dos polos han sido transparencia vs. opacidad. Esto es así, por ejemplo, en la lógica de Port Royal -referencia obligada de esta teoría clásica- en donde se define a un signo como “una cosa que representa otra cosa”. Así, subyacen al signo dos esencias diferentes: la de cosa y la de representante. En el primer caso, diremos que el signo es una cosa como cualquier otra, construida con el mismo material. Por ello también, cualquier cosa puede convertirse en signo, si se establece la relación de significación apropiada. El sol, por ejemplo, es una cosa y puede tomarse como un no signo, es decir puede observarse en sus características propias: una estrella de determinado tipo, tamaño y ubicación en el universo. Sin embargo, también puede convertirse en signo: podemos decir que el sol me indica que la lluvia ha llegado a su término, con lo que significa esta otra cosa (fin de la lluvia). Es más, podemos convertir al sol en emblema y hacer que signifique el luminoso porvenir de la patria o el ideal de justicia, etc.

Ahora bien, esta doble esencia del signo hace que establezca asimismo una doble relación: con la cosa significada y con él mismo como cosa. En el primer caso el signo es transparente, sirve únicamente como vehículo de la cosa significada; en el segundo es opaco, no deja ver la cosa significada, sino que se antepone a la misma. Veamos otro ejemplo. Podemos leer un diario de dos maneras distintas: en la primer forma “utilizamos” las letras para aprehender el contenido de los artículos, nos interesa lo que quiere decirnos el autor, los hechos a que se refiere, etc. Pero también podemos leerlo realizando un análisis de su diseño, considerar las tipografías utilizadas, la disposición en el espacio de títulos, textos y fotografías, la inclusión de elementos gráficos (líneas, sombreados, colores), etc. En el primer caso los signos constituidos por las letras e imágenes son transparentes, nos sirven para alcanzar los contenidos vehiculizados. En el segundo caso, en cambio, los signos se han opacado: ya no vemos el contenido aludido, sino que nos detenemos en la misma composición de los signos.

Usos opacos y transparentes del lenguaje: la prueba de sustituibilidad

Parece interesante detenerse un poco en este punto. Hemos descrito una situación (la lectura de un periódico) en que la distinción transparencia/opacidad va de la mano con la utilización de (al menos) dos códigos diferentes: el lenguaje escrito por un lado y los códigos visuales (de presentación espacial) en el otro. Sin embargo, dentro mismo del lenguaje podemos encontrar usos transparentes de los signos y uso opacos de los mismos. Para discernir cuándo aparece cada uno es posible utilizar la prueba del principio de sustituibilidad: si la expresión es susceptible de ser sustituida por una expresión codesignativa manteniendo la veracidad del enunciado, entonces nos encontramos con una ocurrencia puramente designativa (en la terminología de Quine), es decir con un uso transparente de la expresión. Si ocurre lo contrario, entonces estaremos frente a una ocurrencia no puramente designativa, vale decir un uso opaco de la expresión.

Veamos algunos ejemplos para aclarar estos conceptos. Supongamos la frase (1):

(1)Manuel Belgrano murió en la mayor pobreza.

Podemos preguntarnos si la utilización del signo “Manuel Belgrano” es transparente u opaco. Para dilucidarlo utilizamos el principio mencionado: reemplazamos el signo por una expresión codesignativa (por ejemplo “El creador de la bandera argentina”). Si el enunciado sigue siendo verdadero luego de la sustitución estaremos frente a un uso transparente del signo:

(2) El creador de la bandera murió en la mayor pobreza.

El enunciado sigue siendo verdadero, por lo que estamos ante una ocurrencia puramente designativa o un uso transparente del lenguaje. Veamos el siguiente ejemplo:

Belgrano siempre es un ejemplo

Belgrano siempre es "un ejemplo"

(3) Belgrano = Creador de la bandera (verdadero)

(4) “Belgrano” tiene ocho letras (verdadero)

(5) “Creador de la bandera” tiene ocho letras (falso)

Nos encontramos aquí con una ocurrencia, la (4), que no es puramente designativa. Es evidente por lo demás que el enunciado no se refiere a la persona Belgrano sino a la forma de su nombre, por lo que la prueba parecería un detalle innecesario. Consideremos sin embargo el siguiente ejemplo, mencionado por Récanati:

(6) Tegucigalpa = Capital de Honduras (verdadero)

(7) Felipe cree que Tegucigalpa está en Nicaragua (verdadero)

(8) Felipe cree que la capital de Honduras está en Nicaragua (falso)

Aquí la cosa no está tan clara y entonces la prueba adquiere su verdadera utilidad para la disquisición. Felipe puede ser lo suficientemente ignorante como para creer que Tegucigalpa está en Nicaragua, pero no necesariamente tiene que ser estúpido, a fin de creer que la capital de un país está en otro país.

La transparencia al extremo: el representacionalismo

Bertrand Russell

Bertrand Russell

La teoría clásica del signo aquí muy brevemente expuesta fue deshechada en las primeras décadas de este siglo por quienes Récanati llama “representacionalistas”, especialmente Bertrand Russell, para quien el objeto fundamental del lenguaje es la representación de la realidad por medio de enunciados (proposiciones) de las cuales es posible afirmar su veracidad o falsedad. Para Russell “las palabras no son necesarias más que para expresar el pensamiento; son (por así decirlo) transparentes y nada se dice con respecto a ellas. Tal es el uso ordinario y cotidiano del lenguaje”.

Estamos ante una concepción muy fuerte de la transparencia de los signos: las palabras aluden directamente a las cosas significadas y por lo tanto se las entiende genéricamente como nombres de esas cosas. La relación entre una palabra y la cosa que representa es similar a la que existe entre una botella y la etiqueta que indica su contenido. ¿Qué queda entonces de la opacidad de los signos? ¿Cómo explicar enunciados como el (4)?

Hemos visto anteriormente que Russell, en su intento de dar una respuesta a las paradojas lingüísticas, elaboró su teoría de los tipos lógicos -adoptada por Bateson- en la que discernía diferentes niveles del lenguaje. Pues bien, la solución de Russell en su teoría de las descripciones, a las preguntas que nos ocupan parte de la misma matriz.

Si tenemos los siguientes enunciados:

(9) Belgrano creó la bandera

(10) “Belgrano” tiene ocho letras

los representacionalistas dirán que aparecen aquí algo así como dos niveles diferentes de utilización del signo o, más claramente, que la palabra inicial en las dos oraciones no es la misma. En (9) tenemos la palabra Belgrano (sin comillas) en tanto que en (10) tenemos la palabra “Belgrano” (con comillas). En el primer caso la palabra se refiere al individuo, en tanto que en el segundo remite al nombre del individuo.

Para los representacionalistas hay tanta diferencia entre Belgrano y “Belgrano” como entre Belgrano y San Martín. Es más, en el segundo caso la diferencia es menor, ya que refieren al mismo tipo de objeto. De esta manera todos los enunciados son transparentes, ya que la prueba de sustituibilidad sólo indica que ha habido un error en la elección de las expresiones codesignativas.

Jakobson: la metáfora del tubo en la lingüística

Roman Jakobson

Roman Jakobson

El representacionalismo tiene una especial vinculación con el modelo informacional de la comunicación que nace de la adaptación de la teoría shannoniana a las ciencias humanas, con el consiguiente pasaje de la metáfora del tubo. Ya hemos mencionado la relación de exterioridad para con los mensajes que postula este modelo, para quien el significado del mensaje no está dado en absoluto por el contexto de la comunicación. Esto implica que los elementos del código tienen una relación de nominación directa para con sus representados. Esto ocurre así en el campo de la ingeniería: determinada codificación binaria representa si y sólo si un sonido en la reproducción de discos compactos; determinado código hexadecimal representa un color entre los incluidos en una paleta de más de 16 millones, etc.

Roman Jakobson adopta, junto al modelo informacional de Shannon, la concepción representacionalista del lenguaje que le es inherente. Así, para Jakobson, el lenguaje tiene seis funciones principales, correlativas a los seis elementos principales del proceso de comunicación (emisor, mensaje, canal, código, receptor y contexto). Las seis funciones que enumera serán respectivamente la emotiva, poética, fática, metalingüística, conativa y referencial. En un enunciado no se cumple una sola función, sino que se establece una jerarquía entre ellas, por lo que podemos afirmar por ejemplo que en un enunciado “prevalece la función fática”.

Es válido aclarar que cuando Jakobson menciona el contexto, éste no aparece como condicionante del significado. Las funciones del lenguaje son cumplidas por el enunciado en sí mismo y el contexto -mejor denominado referente- es esa porción de la realidad a la que alude el enunciado, por lo que nos enfrentamos a una postura claramente representacionalista.

Notas

RÉCANATI, François. La transparencia y la enunciación. Introducción a la pragmática, Hachette, Buenos Aires, 1981.

RUSSEL, Bertrand. “Is Mathematics Purely Linguistic?” en Essays in Analysis, Londres, 1973, cit. por Idem, pág. 31.

Esto nos plantea un dilema porque, como veremos, la teoría de las descripciones es sumamente insuficiente para explicar el funcionamiento del lenguaje y, sin embargo, hemos considerado positivamente las consecuancias derivadas de la utilización de la teoría de los tipos lógicos -íntimamente vinculada a la primera- realizada por Bateson y Watzlawick en la explicación de la comunicación humana. No nos es posible en este momento desarrollar esta problemática.

JAKOBSON, Roman, op. cit.

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